12.2.14



alberto santamaría  /  dos poema inéditos


Un recuerdo banal podría haber anclado estos poemas a una suerte de fondo elegíaco complaciente y circular; y sin embargo el autor traza líneas desde el pasado que alcanzan el presente hasta articularlo en formas de ansiedad (cuestionamiento propio) y reconocimiento de nuestra situación en el mundo.




UNA COCA-COLA CONTIGO (AFTER FRANK O´HARA)

Yo estuve en Alaejos
mientras el sol
depuraba
a los estúpidos hombres
que se depilan el pecho. Yo estuve,
allí donde la tierra nada dice
entre camiones de puertas oxidadas
que levantan
una tierna piel de polvo
de camino al menú del día. En realidad,
una sombra aquí equivale al mordisco
de un cuerpo
débil
apenas nutritivo. Tomar una coca-cola
contigo en Alaejos es como devolver
al tiempo todo el metal prestado, como
devolver vida
a lo que eternamente se repite.
Un ciclista detiene sus pies
sobre la tierra
como un bello inquisidor
reclama agua del cielo
en Alaejos,
siempre en Alaejos…


¿Cómo regresar allí de donde nunca debimos salir?




EL ÚLTIMO REY DE AMUSCO

El aire se adueña de los postes
de la luz
con un temblor
que nos vuelve desgraciados.
El vino aplaza su destino
en el aliento
que dispara su lengua
hacia el centro de la plaza.
Yo fui dueño del palomar
junto a la autovía y ahora dibujo
círculos con un palo
sobre la tierra seca. ¿Quién si no yo
puede hablar del destino? ¿Quién mejor que yo
puede desafiar a la suerte
entre ruedas de madera y aleros
de metal? La felicidad,
como la vergüenza,
no visita a sus hijos sin exigir
un sacrificio. Inclinado
en busca de cebollas su espalda
da sentido al paisaje. No escribir más.
Esperar que otro sea quien
comulgue con la nada. Que otro sea
quien talle el desequilibrio que la música
electrónica deja en los maleteros abiertos
a las afueras de la noche. En esa simpleza
reside el placer de lo que ocurre
sin que nadie lo vea. Pasar
de un instante a otro sin depender
del óxido que todo lo tiñe. Yo fui
dueño del palomar y perdí
un ciclomotor en las verbenas
de San Áspide. Descender al infierno
—con su música de latas vacías—
sería parecido entonces a confiar
en que esta historia
pueda ser narrada; confiar
al fin
en la posibilidad
de decir paisaje
—trazar su existencia—
y olvidar
que nada sucede sin nosotros.


Alberto Santamaría (Torrelavega, 1976). Ha publicado los siguientes libros de poesía: El orden del mundo (Renacimiento, 2003), El hombre que salió de la tarta (DVD ediciones, 2004), Notas de verano sobre ficciones del invierno (Visor, 2005), Pequeños círculos (DVD ediciones, 2009) e Interior metafísico con galletas (El Gaviero ediciones, 2012).




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